Presentación de libro de autor Schaufenster Berlin.
Qué es lo verídico? ¿Qué refleja a quién? Maniquíes vestidos tras un
vidrio. Lutz Matschke fotografió escenificaciones en vidrieras
berlinesas, resultados de una industria textil, casi una ramificación de
la moda. El montaje-contemplable busca continuamente nuestra mirada.
Estamos junto al fotógrafo y observamos desde fuera. Pretendemos pasar
inadvertidos frente a las vidrieras, pero entrevemos que es sólo la
mitad de la verdad.
Estas ventanas son parte de una cultura urbana. Ejercen su influencia, tienen carácter de show, llegado el caso son hasta un evento. Aquí no se esclarece, aquí se imparte. Al mismo tiempo el negocio ya está hecho hace rato.
Sin embrago, ¿qué se le promete a quién?, ¿o cuestionándonos ya caemos en la trampa? Nada inadvertido: compromiso de individualización como quimera de una fe consumista. La cáscara como un ideal temporario. Subjetividad que tiene su tiempo, llevada sobre la piel. Consumo de masas como proveedor de la autoescenificación.
La publicidad como una promesa, como camino de una posibilidad factible (como si no se excluyesen la masa, el consumo y el sujeto). Y finalmente: no ver por uno mismo, pero ser observado. Fachadas de emoción aparente. Abrasión moral.
Tanta piel: que con todo no engendran erotismo, nada amoroso. Son superficies llevadas al mercado, son lisas, estériles, asépticas. Atmósferas desde tibias a frías detrás de los cristales.
La fantasía del fabricante acierta sobre la fantasía del publicista, que no debe ser forzosamente voluntaria. No se denuncia. Las dependencias son demasiado claras. No se reclama una opinión. No obstante sería emocionante que lo hicieran. Todos funcionan –notoriamente – hasta la próxima vez.
Los fotografías insinúan que estos recintos tienen un enfrente, en algún lugar debe de haber una sociedad. En el mejor de los casos es aquella, quien abandona su quietud y efectúa un final con un billete.
*Uwe Warnke, es autor, editor y curador, vive en Berlín
Estas ventanas son parte de una cultura urbana. Ejercen su influencia, tienen carácter de show, llegado el caso son hasta un evento. Aquí no se esclarece, aquí se imparte. Al mismo tiempo el negocio ya está hecho hace rato.
Sin embrago, ¿qué se le promete a quién?, ¿o cuestionándonos ya caemos en la trampa? Nada inadvertido: compromiso de individualización como quimera de una fe consumista. La cáscara como un ideal temporario. Subjetividad que tiene su tiempo, llevada sobre la piel. Consumo de masas como proveedor de la autoescenificación.
La publicidad como una promesa, como camino de una posibilidad factible (como si no se excluyesen la masa, el consumo y el sujeto). Y finalmente: no ver por uno mismo, pero ser observado. Fachadas de emoción aparente. Abrasión moral.
Tanta piel: que con todo no engendran erotismo, nada amoroso. Son superficies llevadas al mercado, son lisas, estériles, asépticas. Atmósferas desde tibias a frías detrás de los cristales.
La fantasía del fabricante acierta sobre la fantasía del publicista, que no debe ser forzosamente voluntaria. No se denuncia. Las dependencias son demasiado claras. No se reclama una opinión. No obstante sería emocionante que lo hicieran. Todos funcionan –notoriamente – hasta la próxima vez.
Los fotografías insinúan que estos recintos tienen un enfrente, en algún lugar debe de haber una sociedad. En el mejor de los casos es aquella, quien abandona su quietud y efectúa un final con un billete.
Uwe Warnke*, mayo de 2013
*Uwe Warnke, es autor, editor y curador, vive en Berlín
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